Más adelante, vi que en las palabras de Dios se decía: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que siempre anda con prisas y ocupándose para sí mismo, el hombre permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo una criatura?” (de ‘Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ ).
“¿Son los pensamientos y los deseos del hombre los que lo han traído hasta hoy? Muchas personas están toda su vida sin que se cumplan sus deseos. ¿Ocurre esto realmente por un error en su pensamiento? Las vidas de muchas personas están llenas de felicidad y satisfacción inesperadas. ¿Ocurre esto realmente porque esperan demasiado poco? ¿A quién en toda la humanidad no cuidan los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿El nacimiento y la muerte de quién vienen de sus propias elecciones? ¿Controla el hombre su propio destino?” (‘La undécima declaración’ ). Las palabras de Dios me despertaron a la verdad de que: todo lo de las personas está en las manos de Dios y que las personas no pueden tener un control absoluto de su destino. En qué familia nacerá una persona, cuál será su aspecto, cuántos estudios va a tener y qué hará en el futuro son todas cosas que Dios predeterminó hace mucho tiempo. Nadie puede evitar eso. No es de extrañar que mis muchos años de duro trabajo dieran como resultado justo lo contrario a mis deseos. Resulta que soy un ser creado y no puedo dominar mi destino o el de mi hija. Mi destino y el de mi hija están dictados por Dios. Como ser creado, sólo puede obedecer al dominio del Señor de la creación y estar a merced de Él para hacerme merecedora de Su cuidado y protección. ¡De lo contrario sólo puede ser afligido y engañado por Satanás! Después de entender lo que Dios quería, dejé de obligar y vigilar a mi hija para que estudiara. Simplemente oré para entregarla a Dios y obedecí las disposiciones dictadas por Él. Esta forma de vivir generaba muchas menos tensiones.
Un día vi que se decía en “Sermones y comunión acerca de la entrada a la vida”: “¿Cómo piensan las personas que aún quieren que sus hijos sean exitosos? Es el punto de vista de Satanás. Piensas como Satanás y el camino por el que vas también es el camino de Satanás. ¿Hacia dónde estás empujando a tus hijos? ¿No los estás empujando al infierno? Has muerto y no has sido salvado y tus hijos también han muerto y tampoco han sido salvados. No has traído a tus hijos al arca. Noé adoraba a Dios. En esa era, él fue un hombre justo y fue salvado. Cuando Dios deseó destruir esa era, Dios era justo y dijo: ‘Noé es un hombre justo. No puedo dejar que perezca también, debo salvarlo’. Dios ordenó a Noé que hiciera un arca. Noé era un hombre justo y Dios quería salvarlo. Sus hijos también se beneficiaron por extensión. ¿Por qué se beneficiaron? Porque Noé hizo que sus hijos también adoraran a Dios y creyeran en Él. Aunque no tenían una fe tan fuerte, Noé los guio de esta manera y los trajo ante Dios e, independientemente del resultado, Noé cumplió con su deber y Dios los salvó también. Ellos se beneficiaron por su relación con Noé. ¿No es el mismo caso? ¿Cómo ves a tus hijos ahora? Si tomas la senda de creer en Dios, pero dejas que tus hijos tomen la senda de Satanás y tengan éxito, eso prueba entonces que no crees verdaderamente en Dios” (‘Traer a Dios a la vida real es esencial’ en “Sermones y enseñanza acera de la entrada a la vida (I)”). “Cuando crees en Dios y lees las palabras de Dios y la verdad, ¿por qué tienes más humanidad, razón y conciencia, mientras más las lees? ¿Por qué tienes más amor real y sabiduría verdadera, mientras más las lees y por qué se mueve más tu corazón hacia lo bueno y es más capaz de volver a Dios mientras más lees? ¿Por qué amas más la verdad y la bondad y eres más capaz de adorar a Dios y tomar inconscientemente el camino verdadero en la vida mientras más lees? ¿Qué está pasando? Los hechos son suficientes para demostrar que la palabra de Dios puede salvar a las personas de la corrupción y hacer que se liberen de la corrupción de Satanás. La palabra de Dios puede purificar a las personas de su corrupción y, finalmente, la palabra de Dios puede hacer que las personas vivan una vida verdadera y vivan a semejanza del hombre” (‘¿Cómo salva Dios a la humanidad corrupta?’ en “Sermones y enseñanza acera de la entrada a la vida (III)”).
Entendí entonces lo que es el amor verdadero por mi hija. No es enseñarle mucho conocimiento o dejarla ir a la universidad y tener éxito, sino traerla ante Dios y dejar que sea salvada por Él. Esto es el amor real por mi hija. Porque sólo la palabra de Dios y la verdad pueden cambiar a las personas, traerles felicidad verdadera y hacerles vivir a semejanza del hombre. Vivir poniendo mi confianza en los conocimientos y mis deseos, sólo puede hacer que la relación entre mi hija y yo se vuelva cada vez más distante y sólo puede hacer a mi hija más rebelde. Noé cumplió su deber de padre y, al traer a sus tres hijos ante Dios, cambió el destino de estos evitando que perecieran y dando lugar a la salvación de Dios. Yo quiero ser ahora como Noé. Quiero cumplir el deber de una madre, trayendo a mi hija ante Dios y permitiendo que Él la salve. Esta es la mejor educación.
Unos días más tarde, mi hija volvió a casa de la escuela y yo saqué el libro de la palabra de Dios para leérselo. Pero antes de que terminara un párrafo, me dijo impaciente: “No me leas nada. ¡Si quieres creer, cree! Yo tengo mucha tarea. ¿Cómo puedes creer que tengo tiempo para escuchar tus lecturas?”. Viendo su rostro tan molesto, le dije: “No escribas aún. Lee primero las palabras de Dios y escribe después”. Después de haberme escuchado, frunció el ceño y dijo: “Al principio, ¿quién era la que me vigilaba y me hacía estudiar duro para hacer exámenes y poder ir a la universidad? Y ahora me pides que crea en Dios… Como quieras, pero ¡no me hables ahora! ¡No quiero oírte! Creer o leer, eso es asunto tuyo. ¡No me molestes!”. Al oír esas palabras y ver su expresión fría e indiferente, sentí como si me clavaran y retorcieran un cuchillo en el corazón. Pensé en las siguientes palabras de Dios: “La humanidad es tonta y no es consciente de ello. Lo único que sabes es que si tus hijos asisten a una de las mejores universidades serán estudiantes prometedores y traerán gloria a sus antepasados. Hasta que un día, tus hijos vuelven y les hablas de creer en Dios, y muestran aversión. Después de hablarles de la verdad, dicen que eres necio, se ríen de ti, y se burlan de lo que dices. En ese momento pensarás: ‘Oh, enviar a mis hijos a esas escuelas para que recibieran esa educación fue la senda equivocada. Escogí la senda errónea, pero es demasiado tarde para arrepentirse’. Para los seres humanos, una vez que estas ideas y puntos de vista son inculcados, echan raíces, y toman forma; no son algo que pueda eliminarse ni cambiarse de la noche a la mañana. No puedes revertir su situación ni su pensamiento, ni puedes eliminar las cosas que hay en sus ideas y sus puntos de vista” (‘Conocerte a ti mismo requiere que conozcas tus pensamientos y tus visiones profundamente arraigados’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). ¡Las palabras de Dios son tan reales! ¿No soy igual a lo que describen las palabras de Dios? Haber elegido el camino equivocado para la educación de mi hija y que este la llevara a ignorar la obra de Dios es un fallo totalmente mío. Si no le hubiera inculcado la idea de que “El valor de otras búsquedas es pequeño, el estudio de los libros las supera a todas” y de que “El conocimiento puede cambiar tu destino”, estas filosofías y formas de pensar satánicas, ¿cómo podría haberse convertido ella en algo así? Con el fin de alejar a mi hija de la senda equivocada, oré en silencio en mi corazón: “Dios, no puedo rendirme. Sé que las ideas y puntos de vista de Satanás ya se han arraigado en el corazón de mi hija y que esto no puede cambiarse en uno o dos días. ¡Sólo Tus palabras pueden cambiar a las personas y salvarlas! Dios, te confío a mi hija y te pido que la guíes y la cambies…”. A partir de ese momento, tan pronto como ella volvía de la escuela, yo encontraba tiempo para leerle las palabras de Dios y explicarle por qué ya no la educaba para adquirir conocimientos. No importaba con cuánta frialdad me hablara, yo no perdía la fe. Bajo la guía de Dios, la actitud de mi hija mejoró gradualmente. Le leía las palabras de Dios y le cantaba himnos, y ella ya quería escucharme. En ocasiones, después de volver de la escuela, incluso me contaba sobre todo lo que pasaba en la escuela y, al verme cansada de trabajar duro, hasta me ayudaba por propia iniciativa. Al ver ese cambio tan grande en ella, di gracias a Dios desde el fondo de mi corazón. ¡Sé que todo esto se logró gracias a la palabra de Dios! Las palabras de Dios cerraron la brecha entre mi hija y yo, pero también cambiaron a mi hija. ¡Realmente sólo la palabra de Dios y la verdad pueden salvar y cambiar a las personas!
Más adelante, mi hija también me siguió en la fe en Dios. Después de ir a reuniones y leer la palabra de Dios durante un tiempo, el cambio en mi hija se hizo todavía más evidente. Cuando ella tenía tiempo, no sólo me ayudaba a hacer las tareas del hogar, sino que también conversábamos a menudo sobre la palabra de Dios y podíamos decirnos palabras de corazón a corazón. Cuando me veía hacer algo que no iba de acuerdo con la verdad, me lo decía; y cuando yo la veía que haciendo algo inadecuado, también se lo señalaba y lo aceptaba; además, ella podía buscar la verdad en cuestión y tratar de entenderla por sí misma. Nuestra relación cada vez era mejor. Al ver que nos llevábamos como amigas íntimas, todos los vecinos comenzaron a tenernos cierta envidia. Al ver el cambio en mi hija, di gracias a Dios de todo corazón. Dios fue quien nos salvó a mi hija y a mí a tiempo, e hizo que ella tomara la senda correcta en la vida. Después de esta experiencia, entendí de verdad que la mejor educación para los niños y el amor más auténtico que podemos darles es traerlos a Dios y para que reciba la salvación de Dios. ¡Porque sólo Dios puede darnos vida verdadera! ¡Gracias, Dios! ¡Que toda la gloria sea a Dios Todopoderoso!
Fuente: Evangelio de la Fuente de la Vida
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