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Entendí en la enfermedad que el dinero no puede traerme felicidad (I)

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Reflexión cristiana | Entendí en la enfermedad que el dinero no puede traerme felicidad (I)

Me maté a trabajar; viví la vida de una máquina de dinero

 

Al crecer en una familia pobre, cuando era un niño siempre sentí rechazo constante, y las miradas de desprecio de todos los de mi alrededor me infligieron un sentido de inferioridad aún mayor. Los adultos decían a menudo: “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”. “Cuando tienes dinero, entonces lo tienes todo”. Me sentí identificado con estas palabras y me decidí a hacerme un lugar, a convertirme en una persona con riqueza y vivir una vida que todo el mundo admirase, para obtener finalmente una vida con verdadero valor. Abandoné la escuela y me fui a la ciudad a trabajar para conseguir mi sueño de ganar dinero. Después de algunos giros y vueltas, encontré un trabajo como portero, trabajando como un esclavo día y noche para ganarme la vida. Me levantaba antes del amanecer para ir a trabajar y que quedaba en la obra por la noche. Como me pagaban por cada tarea completada, me quedaba hasta bien entrada la tarde, terminando lo que no se había terminado durante el día para poder ganarme algo más de dinero. Una vez estaba tan cansado de trabajar que no me paraba de sangrar la nariz. No le di importancia y seguí trabajando como de costumbre. A veces estaba completamente agotado, pero me obligaba a seguir adelante, incluso hasta el punto de tener fiebre alta, y aun así no descansaba ni un solo día. Aunque sufría considerablemente, me sentía satisfecho al ver que el dinero se amontonaba. Sin importar el dolor que suponía, sentía que todo valía la pena.

Más adelante, para poder ganar aun más dinero, dejé la línea de trabajo general y me mudé a la capital para abrir una ferretería. Me devané los sesos pensando en formas de hacer que mi negocio prosperase, distribuyendo bienes a las fábricas locales, negociando con minoristas, y llevando a cabo negociaciones comerciales. Mi trabajo duro dio buenos resultados; el negocio mejoraba cada vez más. Me compré un coche y una casa y empecé a vivir la vida de una persona pudiente.

Sobrecargué los recursos físicos: reflexioné durante la dificultad

La vida era mejor, pero estaba tan agotado de trabajar que mi cuerpo empezó a deteriorarse poco a poco. El cuerpo entero me dolía con molestia y andaba aturdido por ahí todo el día, sin una pizca de energía. Estos síntomas me resultaron muy inquietantes. Pensé para mí mismo: Mi vida acaba de empezar; los buenos tiempos están empezando ahora. No estoy preparado para dejar caer el telón en mi vida ahora. Fui al hospital a hacerme una revisión con un sentimiento de ansiedad. Los resultados de las pruebas revelaron que tenía cuatro problemas de salud: ansiedad severa prolongada que me causó asma, falta de sangre prolongada en el cerebro que me provocó mareos crónicos, un estómago hinchado y endurecido hasta el punto de hacerme perder el apetito, y función del hígado deficiente. Sólo tenía treinta y tantos, pero iba por ahí en lo que parecía el cuerpo de una persona de 70 u 80 años. Tenía que parar y respirar hondo cada 10 minutos; a veces ni siquiera podía decir una frase entera sin quedarme sin respiración, y me sentía como si siempre estuviese respirando con dificultad. El médico me dijo que mis problemas de salud no podían curarse por completo, pero que un régimen habitual de medicamentos aliviaría los síntomas. Pero, después de una ronda de tratamiento, no vi mucha mejora. Mi enfermedad me molestaba todos los días, haciendo que mi vida fuera insoportable. Estaba alarmado, aterrorizado por el día en que la muerte viniese a por mí.

En mi enfermedad, no pude evitar reflexionar. Al principio había pensado que, teniendo dinero, viviría una vida feliz y llena de gozo. Pero, incluso después de comprar un coche y una casa, y de convertirme en una persona acaudalada, e incluso de tener algo de reputación en mi localidad, no era feliz en absoluto. Cada vez que veía a otras personas que tenían vidas bastante normales, pero cuya salud estaba intacta y vivían felices, las envidiaba. Mi único deseo era tener un cuerpo sano; sólo quería vivir con buena salud. Me hubiera gastado cualquier cantidad de dinero para curar mis enfermedades.

La llegada el Evangelio: vi esperanza en la vida

Justo cuando estaba sufriendo este tormento y había llegado al límite de mi paciencia, un vecino compartió el evangelio conmigo, diciéndome que Dios ha venido a obrar y expresar todas las verdades por la salvación de la humanidad. Me dijo que sólo Dios es capaz de resolver nuestras dificultades y penas, y que tenemos que ir ante Dios y adorarle para que podamos tener un buen destino final y resultado. Más adelante, leí las palabras de Dios: “La humanidad, que abandonó el suministro de vida del Todopoderoso, no sabe por qué existe y, sin embargo, teme a la muerte. No hay apoyo, no hay ayuda, pero la humanidad sigue renuente a cerrar los ojos; desafiándolo todo, alarga una existencia innoble en este mundo en cuerpos que no tienen la conciencia de las almas. Tú vives así, sin esperanza; él existe de esta manera, sin ningún objetivo. Sólo existe el Santo de la leyenda que vendrá a salvar a los que gimen por el sufrimiento y anhelan desesperadamente Su llegada. […] Cuando estés cansado y cuando comiences a sentir la desolación de este mundo, no te quedes perplejo, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento”.

Las palabras de Dios resonaron en mi corazón; estaba muy conmovido. Recordé esos doce años, más o menos, en los que me había estado matando por ganar dinero, ni un día, ni una noche sin trabajo, echando a perder mi cuerpo y sufriendo todos los días por un dolor horrible. También me estaba agotando para planear contra mi prójimo en negocios, y halagando y adulando a otros. Empecé a sentir que no había nada en lo que pudiese confiar en este mundo, que no tenía una verdadera dirección en la vida. Dios creó a la humanidad, y por eso Dios estima y tiene misericordia particularmente por la humanidad que Él creó. No quiere ver a Satanás dañar y jugar con Sus creaciones, que se desplazan lentamente hacia el abismo de la muerte. En medio de mi sufrimiento y desesperación llegó el evangelio de Dios justo a tiempo para arrancarme del campo de acción de Satanás y colocarme dentro de la casa de Dios, consolándome a través de la palabra de Dios y permitiéndome ver esperanza en la vida. De mi corazón salieron alabanza y gratitud sinceras, y estuve dispuesto a ponerme en manos de Dios.

Vi el error de mi búsqueda anterior a través del liderazgo de la palabra de Dios

Después de esto, al leer la palabra de Dios, asistir a reuniones y compartir, llegué a entender cómo Satanás corrompe a la humanidad, y cómo Dios entonces obra para salvar a los hombres. La voluntad de Dios en Su obra en los últimos días es salvar a la humanidad de las garras de Satanás. Llegué a entender algunas verdades y otras cosas también, experimentando un gozo que nunca antes había sentido. Sin darme cuenta de ello, mi salud empezó a mejorar poco a poco. Sabía que todo esto era la gracia y misericordia de Dios.

Después, leí las palabras de Dios: “‘Por dinero baila el perro’ es la filosofía de Satanás y prevalece en toda sociedad humana. Podríais decir que es una tendencia, porque se ha impartido a todos y está ahora adherida a su corazón. Las personas pasaron de no aceptar este dicho a estar cada vez más acostumbradas a él, de manera que cuando entraron en contacto con la vida real, recibieron gradualmente una aprobación tácita, reconocieron su existencia y, al final, le dieron su propio sello de aprobación. ¿Es correcto? (Sí.) ¿Acaso no es este proceso el de la corrupción del hombre por parte de Satanás? […] ¿No sentís que no podríais sobrevivir un solo día sin dinero en este mundo, que ni siquiera sería posible conseguirlo un solo día? (Sí.) El estatus de las personas y su respetabilidad se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No consideran muchos que conseguir dinero merece la pena a cualquier precio? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su integridad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierden muchas más personas la oportunidad de cumplir con su obligación y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿No es esto una pérdida para las personas? (Sí.) ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña maliciosa? Conforme pasas de la objeción a este dicho popular a aceptarlo finalmente como verdad, tu corazón cae por completo en las garras de Satanás y, por tanto, sin quererlo llegas a vivir por él”.

A través de la palabra de Dios vi que, en la vida de tortura que había vivido, se me habían inculcado las leyes satánicas de supervivencia como: “Por dinero baila el perro”. “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”. Y “Un hombre muere por dinero; un pájaro, por comida”. Creí que, si tenía riqueza, entonces lo tenía todo, que podía ser aprobado por los demás y conseguir una vida feliz. Trabajé como un esclavo durante una década entera, día y noche, para conseguir mi sueño de ser rico, y ni tan siquiera una fiebre ardiente podía detenerme. Entonces, abrí una ferretería para ganar aún más dinero, viajé por todas partes para encontrar proveedores, me devané los sesos y busqué ideas sin parar, concentrado todos los días en cómo ampliar mi empresa. Estaba obsesionado con convertirme en alguien importante en mi industria. Estaba contento de sufrir lo que fuera necesario y soportar cualquier agotamiento necesario, sin importarme para nada mi propia salud. Aunque estaba viviendo “la buena vida” y me había ganado el favor y la envidia de los demás, trabajé hasta ponerme enfermo. Me había convertido en una persona de 30 años en el cuerpo de una de 70 años. Sufrir esta enfermedad todos los días minó mi deseo de vivir. Sólo en ese momento entré en razón: La riqueza y la fama están completamente vacías; son simplemente quimeras. Aunque tuve algún placer material durante algún tiempo y otras personas me admiraban, ninguna cantidad de dinero o renombre podía aliviar el tormento de mis problemas de salud. Esas cosas eran incapaces fundamentalmente de darme felicidad. Satanás explota el dinero y la fama para atar a la gente, para hacer que sufra por el dinero, pagando el mayor precio de destruir sus propios cuerpos hasta que se convierten en esclavos del dinero. Esto consigue su meta final de devastar y devorar a los seres humanos. Si no fuera porque Dios expresó la verdad y me permitió ver la verdad detrás del plan de Satanás, habría muerto en sus garras tarde o temprano. Me dije a mí mismo sinceramente que no podía seguir confiando en la filosofía de Satanás del “dinero por encima de todo” en mi vida; tenía que cortar por lo sano con Satanás y someterme al dominio de Dios, entregándome a mí mismo completamente en las manos de Dios. Después empecé a participar de manera activa en la vida de la iglesia, y cada día era más gratificante y agradable que el anterior.

Continuará…

Entendí en la enfermedad que el dinero no puede traerme felicidad (II)

Fuente: Evangelio de la Fuente de la Vida

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