Sembrar la semilla del sueño del reino de los cielos
Nací en una familia católica, y desde que era pequeña mi abuela me enseñó a rezar y a observar los rituales católicos. Cuando tenía 15 años empecé a aceptar las doctrinas del catolicismo, como hacer buenas obras y amar a los demás, y participé en todo tipo de rituales en la iglesia. El sacerdote solía decir a menudo que sólo al estar equipados con estas doctrinas podíamos ser verdaderos creyentes en Dios, y entonces, cuando viniese, seríamos arrebatados al reino de los cielos. Así que me decía a mí misma con frecuencia que tenía que seguir los ritos de la iglesia absolutamente y participar activamente en las actividades de la iglesia para llegar a ser alguien amada por Dios, obtener Sus bendiciones, y ser arrebatada al reino del cielo.
¿Puedo entrar en el reino de los cielos si no puedo escapar de las ataduras del pecado?
Cuando estaba en la universidad, me di cuenta de que mis amigos de la iglesia siempre parecían muy devotos cuando iban a misa, pero en sus vidas normales hacían cosas a menudo que ofendían a Dios, como fumar, beber e ir a fiestas salvajes. Esto me causaba sorpresa e irritación a la vez, y pensaba: “El Señor Jesús nos enseñó que tenemos que amar a nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todo nuestro cuerpo, y que debemos alejarnos de los placeres, las pruebas y las tentaciones del mundo. Mis amigos de la iglesia parecen creer en Dios por fuera, pero en realidad no prestan nada de atención a obrar por Él. Incluso desean las cosas del mundo y buscan los placeres seculares; ¿no es esto violar las enseñanzas del Señor? No puedo ser como ellos. Tengo que centrarme en gastarme y trabajar por Dios.” Por esa razón, pensé que amaba a Dios más que mis amigos de la iglesia.
Sin embargo, descubrí que mi propio estado espiritual no cumplía los requisitos del Señor. Aunque en la iglesia participaba activamente en todas las actividades y trabajaba con entusiasmo, en mi vida normal no podía cumplir los mandamientos de Dios. Por ejemplo, cuando veía que un amigo de la iglesia que buscaba los placeres de la carne parecía feliz y libre, mientras yo me encontraba con todo tipo de dificultades y adversidades, no podía evitar culpar al Señor. Cuando cometía un error y mi familia me reñía, solía poner excusas y protestaba para defenderme, y me enfadaba por ser regañada. A veces, mi madre me reprochaba, diciendo: “¡Dios nos enseñó a ser humildes y a perdonar, pero tú no estás cumpliendo Sus palabras!” Sus palabras me sentaron como una bofetada; me di cuenta de que en realidad no estaba cumpliendo las palabras de Dios y tenía muchos remordimientos por ser creyente sólo de palabra. No pude evitar empezar a reflexionar: “¿Por qué no puedo triunfar sobre el pecado? Aunque siempre me confieso con el cura después de pecar y hago muchas obras buenas para compensar, después de todo simplemente cometo el mismo pecado. Si tengo fe de esta manera, ¿puedo realmente obtener las bendiciones del Señor?” Pero, entonces, pensaba en lo que nos había enseñado el cura: “Si nos confesamos al cura después de pecar, nuestros pecados serán perdonados. Siempre que nos gastemos y trabajemos por Dios, y hagamos muchas obras buenas, podemos conseguir Su misericordia y Sus bendiciones de nuevo. Como dice la Biblia: ‘He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en aquel día como justo juez, […]’” (2 Timoteo 4:6-7). Entonces me sentía algo consolada; siempre que me confesara a menudo y siguiese trabajando y gastándome por Dios, todavía tenía la esperanza de entrar en el reino de los cielos. Así que seguí haciendo buenas obras activamente, trabajando duro y haciendo sacrificios.
Una publicación de Facebook me hace reflexionar
Un día, en el año 2017, abrí Facebook para ver si había algo nuevo ese día y estaba mirando las publicaciones como siempre, cuando vi que una hermana llamada Betty había publicado lo siguiente: “Aunque muchas personas creen en Dios, pocas entienden qué significa la fe en Él, y qué deben hacer para ser conformes a Su corazón. […] pueden satisfacer Su deseo. ‘La creencia en Dios’ significa creer que hay un Dios; este es el concepto más simple de la fe en Él. Aún más, creer que hay un Dios no es lo mismo que creer verdaderamente en Él; más bien es una especie de fe simple con fuertes matices religiosos. La fe verdadera en Dios significa que la gente experimenta Sus palabras y Su obra en base a la creencia de que Él tiene soberanía sobre todas las cosas. Por tanto, se logrará desechar el carácter corrupto, se satisfará el deseo de Dios, y se llegará a conocerlo. Sólo emprendiendo ese paso se puede decir que se cree en Dios. Sin embargo, las personas consideran a menudo que la creencia en Dios es algo muy simple y frívolo. La creencia de tales personas no tiene sentido y nunca obtendrá Su aprobación, porque marchan por la senda equivocada. Hoy siguen existiendo quienes creen en Dios en las letras, en doctrinas huecas. No son conscientes de que su creencia en Dios no tiene esencia, y de que son incapaces de obtener Su aprobación, y siguen orando por la paz y la gracia suficiente de Dios. Deberíamos tranquilizarnos y reflexionar: ¿Creer en Dios podría ser realmente la cosa más fácil en la tierra? ¿No significa creer en Dios algo más que recibir mucha gracia de Él? ¿Pueden las personas que creen en Él, sin conocerle, y las que creen en Él pero se le oponen, satisfacer realmente Su deseo?”. Estas palabras eran verdaderamente nuevas y diferentes e inmediatamente se apoderaron de mi corazón. Nunca antes había oído nada así, y en especial las últimas frases eran cosas que nunca había considerado. Pensé: “¡Estas palabras son maravillosas! ¿Quién las dijo? ¡Revelan el significado de la fe y nuestros objetivos por los que creemos en Dios en un pasaje tan corto!” Reflexioné acerca de estas palabras, y por primera vez calmé mi corazón y consideré mi propia fe. Pensé en cómo todos esos años siendo católica, aunque a menudo participaba en todo tipo de actividades y rituales organizados por la iglesia, trabajaba de manera proactiva por la iglesia, hacía buenas obras en la comunidad, había sufrido un poco y pagado un pequeño precio, en realidad había estado haciendo todo eso para que mi familia y yo fuésemos bendecidos y protegidos por Dios. Aun más, lo había hecho para poder entrar en el reino del cielo en el futuro. Siempre había pensado que buscar ese camino era correcto y que ese tipo de fe era aceptable para Dios y que ganaría Sus bendiciones y aprobación. Pero, después de leer este pasaje, empecé a tener la ligera impresión de que el significado de creer en Dios es muy profundo, y trabajar duro, abandonar cosas y gastarme a cambio de las bendiciones del reino del cielo no era amar a Dios de verdad. ¿Cómo podría ese tipo de fe obtener la aprobación de Dios? Esto fue como un toque de atención para mi corazón; no pude evitar tener dudas acerca de mi propio sueño del reino del cielo. Pero, entonces, recordé los 20 años, más o menos, en los que había sido creyente. Había continuado trabajando en la iglesia; ¿cómo podía toda mi adversidad y el precio que había pagado ser en vano?
Cuanto más reflexionaba sobre lo que la hermana Betty había publicado, más esperaba que escribiese más palabras como esta para resolver las dudas de mi corazón. Decidí enviarle una solicitud de chat y establecer una relación de amistad. Ella respondió muy rápido y me presentó a la Hermana Lily también, diciendo que podíamos tener reuniones en línea. Yo accedí de muy buena gana.
Entender la relación entre el trabajo duro y entrar en el reino del cielo
Mientras estábamos reunidas, primero compartimos nuestras propias experiencias de fe, y entonces yo compartí lo que sentí al leer la publicación de Betty. Le dijo: “El pasaje está muy bien escrito y es muy práctico. Me di cuenta de que mi fe en Dios era simplemente para obtener bendiciones, no porque tuviese amor verdadero por Dios. Pero, todavía estoy un poco confusa, porque la Biblia dice: ‘He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en aquel día como justo juez, […]’ (2 Timoteo 4:6-7). Y el sacerdote a menudo nos dice que, siempre que sigamos trabajando y gastándonos por Dios, y hagamos muchas buenas obras, en el futuro seremos bendecidos por Dios y entraremos en el reino del cielo. Todos estos años he sido creyente, he continuado trabajando duro y dando lo que tengo; ¿cómo puede ser que nada de eso vaya a ser conmemorado por Dios?”
La hermana Lily dijo: “En verdad no es fácil para nosotros reconocer que creemos en Dios para obtener bendiciones en vez de hacerlo por amor verdadero por Él. Este es el esclarecimiento y la dirección de Dios. ¡Gracias a Dios! No entendemos completamente la verdad sobre qué tipo de personas puede entrar en el reino del cielo, y por eso surge este tipo de confusiones. De hecho, muchos creyentes piensan que, aunque pequemos con frecuencia y no podamos adherirnos a las enseñanzas de Dios, siempre que nos confesemos a un cura, hagamos muchas buenas obras y sigamos obrando, abandonemos cosas y nos gastemos por Dios, seremos aceptados por Dios. Entonces, cuando venga, entraremos en el reino del cielo. Pero ¿es correcta esta perspectiva? ¿Tiene esto algún fundamento en la palabra de Dios? Al leer la Biblia podemos fácilmente descubrir que, ni Yahvé ni el Señor Jesús dijeron nada parecido, ni tampoco el Espíritu Santo. Esas eran las palabras de Timoteo; son palabras humanas y sólo representan una opinión personal. Las únicas porciones de la Biblia que son la palabra de Dios, que son la verdad, son las partes que dijo Yahvé, las pronunciadas por Yahvé a través de los profetas, y las del Señor Jesús. Las palabras de los discípulos y los apóstoles no son la verdad y, a pesar del hecho de que están recogidas en la Biblia, son sólo palabras del hombre y sólo representan sus experiencias personales y entendimiento de las palabras de Dios, y sus propias ideas. Aunque contienen el esclarecimiento del Espíritu Santo, no pueden ser llamadas palabras de Dios. Por eso tenemos que guiarnos por las palabras de Dios en algo tan importante como entrar en el reino del cielo. Si actuamos según las palabras del hombre, es muy probable que nos desviemos del camino del Señor.
“Entonces, ¿qué tipo de persona puede verdaderamente entrar en el reino del cielo? El Señor nos dijo muy claramente: ‘No todo aquel que me dice: ¡Oh, Señor, Señor! entrará por eso en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos’ (Mateo 7:21). A partir de las palabras de Dios podemos ver que, cuando Dios sopesa si la gente cumple los requisitos para entrar en el reino de los cielos, no tiene en cuenta cuánto han abandonado o cuánto se han gastado, sino que considera si siguen la voluntad del Padre celestial. Es decir, los que entran en el reino del cielo deben ser personas que se desprenden del pecado y consiguen la purificación, que se adhieren al camino de Dios y pueden obedecerle, amarle y adorarle. Si trabajamos duro, abandonamos cosas y nos gastamos mucho, pero no nos adherimos a las palabras de Dios y, por el contrario, pecamos frecuentemente y nos resistimos a Dios, entonces somos malvados y no podemos entrar en el reino del cielo. Seremos como los fariseos judíos que se opusieron al Señor, que siempre estaban en el templo sirviendo a Dios y viajaban hasta los confines de la tierra predicando el evangelio de Yahvé. A los ojos de la gente, ellos trabajaban muy duro, abandonaban mucho y daban todo lo que tenían, y deberían ser los que más merecen la aprobación de Dios. Sin embargo, Dios los condenó como hipócritas y los maldijo, diciendo que eran de la índole de serpientes venenosas e hijos del infierno. Los fariseos tuvieron ese tipo de fin, principalmente porque, a pesar de su trabajo duro, detrás de todo eso estaban realizando transacciones con Dios a cambio de que Dios les concediera bendiciones. Esto fue principalmente para mantener su propio estatus y forma de vida. Los fariseos eran arrogantes por naturaleza y no tenían ninguna reverencia por Dios. No exaltaban a Dios ni daban testimonio de Él en sus sermones, sino que, en cambio, siempre alardeaban y utilizaban su buen comportamiento superficial para embaucar a los creyentes. Llevaron a los creyentes ante ellos mismos para hacer que les adorasen, admirasen y siguiesen a ellos en vez de a Dios. Cuando el Señor Jesús estaba obrando, los fariseos se convirtieron abiertamente en enemigos del Señor para proteger su estatus y forma de vida, condenando y blasfemando violentamente al Señor Jesús. Hicieron todo lo posible por evitar que los creyentes le siguiesen y finalmente incluso se aliaron con el gobierno romano para clavarlo en la cruz. Esto ofendió gravemente el carácter de Dios y con ello se ganaron el castigo de Dios. Esto prueba que, aunque la gente pueda trabajar duro y abandonar algunas cosas, no significa que sean los que siguen la voluntad de Dios. Sin ser limpiados de sus pecados, aunque hagan sacrificios y se gasten, todavía pueden hacer el mal y oponerse a Dios. Si nos comparamos con esto, vemos que, aunque parezca que trabajemos duro por fuera y que estemos felices de ser buenos samaritanos, ayudar y apoyar a nuestros hermanos y hermanas, nuestro objetivo es ser bendecidos y entrar en el reino del cielo. Cuando Dios nos bendice, le damos gracias y le alabamos, pero cuando nos encontramos con dificultades o desastres, malinterpretamos a Dios y le culpamos, o incluso le traicionamos. Somos grandilocuentes en nuestra obra y sermones, dando testimonio de cuánto hemos sufrido y cuánta obra hemos hecho para recibir la aprobación de otros creyentes, para que nos admiren y nos adoren. No es para retribuir a Dios por Su amor o permitir que los creyentes entiendan la voluntad y los requisitos de Dios, sino para buscar fama y estatus. Cuando nos encontramos con gente, hechos o cosas indeseables en nuestras vidas, perdemos los estribos y no podemos seguir la palabra de Dios. La lista continúa. A partir de esto podemos ver que nuestro trabajo duro, nuestros sacrificios y esfuerzos no son para amar o satisfacer a Dios, sino que son transacciones para explotar y engañar a Dios para que satisfaga nuestras ambiciones y nuestros deseos. ¿Cómo podría la gente como nosotros, que está constantemente viviendo en pecado, ser considerada como gente que sigue la voluntad del Padre celestial? Dios es santo y requiere de nosotros que nos deshagamos completamente de las ataduras del pecado y obtengamos la purificación; esta es la única manera de poder ver Su rostro. Pero, actualmente estamos llenos de suciedad, ¿entonces cómo podría Dios llevarnos al reino celestial? Sólo al dejar de lado el pecado y convertirnos en personas que cumplen la voluntad de Dios podemos recibir la aprobación de Dios y ser dignos de entrar en el reino del cielo.”
Mientras escuchaba esto, pensé: “Es cierto. Dios nunca dijo que la gente que obra y sufre mucho podrá entrar en el reino del cielo. Por el contrario, Él dijo que sólo los que siguen la voluntad del Padre celestial entrarán. Al parecer, estábamos equivocados todos estos años al seguir las palabras de Timoteo, y son completamente contrarias a lo que Dios requiere. Cuando pienso en estos años pasados, aunque he estado trabajando en la iglesia y haciendo muchas obras buenas, todo era para ser bendecida y entrar en el reino del cielo: sólo era para realizar transacciones con Dios, no con el fin de amarle y satisfacerle. Además, todavía culpo a Dios cuando me encuentro con adversidad, y después de hacer algo mal, todavía discuto y miento para defenderme. Incluso después de confesarme sigo pecando con frecuencia. ¿Cómo puedo ser considerada alguien que sigue la voluntad de Dios?” En ese momento, le dije a la hermana Lily: “Siempre pensaba que trabajar duro me abriría las puertas del reino del cielo, pero a través de la palabra de hoy de estas Escrituras me he dado cuenta de que este tipo de fe no concuerda con la voluntad de Dios. También he llegado a ver que sólo los que se deshacen del pecado y son limpiados, y se convierten en personas que pueden mantener la voluntad de Dios, pueden entrar en el reino del cielo. Pero, yo todavía estoy atada al pecado y no sé cómo escapar de él y ser limpiada. ¿Podéis compartir más conmigo?”
Continuará…
Fuente: Evangelio de la Fuente de la Vida
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