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Cómo vencí el demonio de la enfermedad después de padecer uremia terminal

Reflexiones Cristianas | Cómo vencí el demonio de la enfermedad después de padecer uremia terminal

Descubrí mi enfermedad terminal, caí en la desesperación

En octubre de 2016 empecé a padecer uremia y después de ser examinada en diferentes hospitales famosos de Pekín, fui diagnosticada de enfermedad renal grave. Sólo existían dos tratamientos para salvar mi vida: uno era un trasplante de riñón y el otro era diálisis. Este resultado era prácticamente una sentencia de muerte para mí. Un trasplante de riñón estaba totalmente fuera de mi alcance como una simple trabajadora, así que ni siquiera me atreví a considerarlo. La diálisis, por otro lado, costaría más de 600 yuanes por tratamiento y necesitaría diálisis tres veces por semana, lo que significaba que estaría gastando casi todo el salario mensual de mi marido cada semana, y, a largo plazo, nuestros ahorros no podrían costear ese nivel de gastos durante mucho tiempo. No podía permitirme pagar ninguno de los dos tratamientos. Sin ninguna otra opción, solo podía recurrir a la medicina china para aliviar el dolor.

 

Mientras me trataba con medicina china, también continué encomendándome y orando a Dios, confiando en Dios como mi único apoyo y esperanza, mientras esperaba desesperadamente que Dios me sanase. Sin embargo, después de un tiempo mi enfermedad no mejoró, y, de hecho, empeoró. Pensé: “Dios ama al hombre y Dios puede resucitar a los muertos y a los ojos de Dios mi enfermedad no es un problema difícil. Pero he orado a Dios, entonces ¿por qué no he mejorado? Y he sufrido y trabajado bastante en el pasado, entonces, ¿por qué no recuerda esto Dios y sana mi enfermedad?”.

Consolada por la palabra de Dios en mi sufrimiento

Viví con el dolor de padecer mi enfermedad y quejarme de Dios. Me sentía miserable y no sabía cómo experimentar mi situación. En mi debilidad, sólo podía acudir a Dios para orar, hablarle a Dios de mi dolor y pedirle a Dios que me guiase y me ayudase a entender Su voluntad en esas circunstancias.

Más adelante, leí las palabras de Dios: “Cuando no puedes tocarlo ni verlo, en esas circunstancias se exige tu fe. Se exige la fe de las personas cuando algo no puede verse a simple vista, cuando no puedes abandonar tus propias nociones. Cuando no tienes clara la obra de Dios, lo que se requiere es tu fe y que adoptes una posición firme y que seas testigo. Cuando Job alcanzó este punto, Dios se le apareció y le habló”. Después de leer las palabras de Dios, entendí que la circunstancia de tormento por mi enfermedad era que Dios estaba inspeccionando mi fe y viendo si podía mantenerme firme y testificar, no quejarme o malinterpretar a Dios cuando no podía ver las obras de Dios y mi cuerpo sufría. Cuando Job perdió su gran fortuna, diez hijos y quedó cubierto de llagas, su lealtad a Dios no cambió. Se mantuvo firme y dio un testimonio hermoso y resonante para Dios, y, al mismo, tiempo humilló a Satanás e hizo que fracasase. Esto era fe verdadera. Pero, cuando enfermé, oré a Dios y no fui sanada y entonces me llené de quejas y no tuve fe, lo que es absolutamente lo contrario de lo que hizo Job. Le di gracias a Dios por guiarme con Sus palabras cuando fui débil y por utilizar el ejemplo de Job para mostrarme el camino que debía seguir para no perder la fe en Dios o negar a Dios. Me sentí muy animada y deseé seguir el ejemplo de Job, no perder la fe a causa de mi enfermedad y mantenerme firme y testificar.

Enferma y sin dinero para el tratamiento, sin saber qué hacer

Medio mes más tarde, cuando fui al hospital para otro examen, el médico miró mi historial médico y mi estado físico y me dijo que mi vida corría peligro si retrasaba más el tratamiento. Me dijo que me reembolsarán la cuota de registro y empezará el tratamiento de diálisis de inmediato. Después de escuchar al médico, me sentí muy confusa. Sin diálisis, mi estado seguiría deteriorando y moriría, pero aunque intentase conseguir el tratamiento, no podría pagarlo. Mis parientes y amigos sabían que tenía uremia, y que las cuotas de pago por el tratamiento eran interminables, así que no se atrevían a acercarse a mí… El peso del sufrimiento, la amenaza de la muerte, y mis limitaciones económicas me pesaban en el corazón y me quitaron la esperanza y llenaron de tristeza. Me quedé allí sentada sin moverme en el taburete del pasillo del hospital, sintiéndome débil y sin poder dejar de rogarle a Dios: “¡Dios! ¿Se va a acabar mi vida de verdad? He estado tomando medicina china todo este tiempo, sin interrupción, y orándote todos los días, pero a pesar de esto mi condición no ha mejorado, sino que ha empeorado. Dios, no sé qué hacer ahora y te pido que me des Tu esclarecimiento para que pueda entender Tu voluntad”.

Después de orar, me sentí un poco más tranquila. Pensé en un pasaje de la palabra de Dios: “Hoy siguen existiendo quienes creen en Dios en las letras, en doctrinas huecas. No son conscientes de que su creencia en Dios no tiene esencia, y de que son incapaces de obtener Su aprobación, y siguen orando por la paz y la gracia suficiente de Dios. Deberíamos tranquilizarnos y reflexionar: ¿Creer en Dios podría ser realmente la cosa más fácil de la tierra? ¿No significa creer en Dios algo más que recibir mucha gracia de Él? ¿Pueden las personas que creen en Él, sin conocerle, y las que creen en Él pero se le oponen, satisfacer realmente Su deseo?”. Enfrentada con las palabras de Dios, me sentí muy avergonzada. Me di cuenta de que creía en Dios sólo para obtener bendiciones, en vez de para obtener la aprobación de Dios. Dios requiere que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y todo nuestro esfuerzo, que le demos satisfacción con un corazón puro, que podamos escuchar las palabras de Dios y practicarlas. Pero, desde que empecé a creer en Dios, trabajé, sacrifiqué y me entregué sin descanso para predicar el evangelio y utilicé el precio que había pagado como capital para canjearlo por mayores bendiciones de Dios. Lo que hice, lo hice para satisfacerme a mí misma, para lograr el propósito de obtener bendiciones. Por tanto, cuando mi sufrimiento no obtuvo a cambio las bendiciones de Dios, sino que me trajo la enfermedad, me sentí desanimada y me quejé de Dios. Esto fue causado por mis nociones erróneas acerca de Dios. Pensé cómo Job había perdido su enorme fortuna y había quedado cubierto de forúnculos, pero aún así pudo dar el siguiente testimonio: “También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos?” (Job 2:10). Pedro también fue crucificado boca abajo y murió obedientemente por Dios. Ambos pudieron dejar de lado sus propios intereses para satisfacer, obedecer y temer a Dios. Eran personas con verdadera fe en Dios y testimonio. Creí en Dios, no para considerar la voluntad de Dios, para cumplir mi deber como un ser creado, o para satisfacer los requisitos de Dios, sino para negociar con Dios en todo en un intento por conseguir más beneficios. Estos objetivos e ideas eran absolutamente incorrectos, ¡y eran demasiado egoístas! Cuanto más pensaba, más sentía que estaba en deuda con Dios. Había creído en Dios durante años y leído mucho de la palabra de Dios, pero era incapaz de practicar la palabra de Dios. No merecía en absoluto la salvación de Dios ni vivir en la presencia de Dios. Pensé en otro pasaje de la palabra de Dios: “Cuando te enfrentes a sufrimientos debes ser capaz de no considerar la carne ni quejarte contra Dios. Cuando Él se esconde de ti, debes ser capaz de tener la fe para seguirlo, para mantener tu amor anterior sin permitir que flaquee o desaparezca. Independientemente de lo que Dios haga, debes respetar Su designio, y estar más dispuesto a maldecir tu propia carne que a quejarte contra Él. Cuando te enfrentas a pruebas debes satisfacer a Dios, a pesar de cualquier reticencia a deshacerte de algo que amas o del llanto amargo. Sólo esto puede llamarse amor y fe verdaderos”. Las palabras de Dios fueron verdaderamente una provisión oportuna, porque me hicieron entender que mi fe es insincera y que sólo sigo a Dios en circunstancias convenientes. Este amor hacia Dios no puede pasar las pruebas, las circunstancias difíciles siempre revelan nuestra verdadera estatura espiritual. Sólo la gente que cree de verdad en Dios y practica las palabras de Dios está dispuesta a sufrir para satisfacer a Dios en cualquier circunstancia. Puede producir un testimonio sincero y es la gente a la que Dios quiere salvar. Las palabras de Dios me mostraron claramente el camino. Estaba preparada para cambiar mis ideas erróneas, abandonar mi deseo de ser bendecida e intentar sinceramente satisfacer a Dios. Estaría agradecida por cada día de vida que Dios me concediese, y si Dios quería que muriese, esa era también la justicia de Dios. Cuando comprendí estas cosas no sufrí las limitaciones de mi enfermedad grave y me sentí muy relajada y aliviada.

Así que oré a Dios sin cesar en mi corazón: “¡Dios! Gracias por Tu iluminación y esclarecimiento. Aunque te he seguido durante muchos años, acabo de ver mis ideas equivocadas de lo que debo buscar. Si no fuese por esta enfermedad, nunca habría sabido que lo que invertí y el precio que pagué por Ti era para negociar contigo. Ahora quiero abandonar mis objetivos equivocados, poner mi vida en Tus manos y someterme a Tus orquestaciones. ¡Sé que Tu amor y Tu salvación están presentes en todo lo que haces por mí! Deseo seguir el ejemplo de Job y Pedro, someterme a Tus orquestaciones y arreglos, no quejarme nunca, aunque tenga que morir, no traicionarte nunca, mantenerme firme y dar testimonio de Ti y humillar a Satanás. ¡Amén!”. Después de orar, me sentí mucho más segura.

Al comprender las orquestaciones de Dios, no me preocupé más por la diálisis

Cuando regresé a casa, oré de nuevo para hablarle a Dios de mi condición y para decirle que estaba a dispuesta a dejar que Dios me guiase, que me sometería aunque significase mi muerte y que no volvería a hacer ninguna demanda irracional a Dios. Después de orar, pensé en estas palabras de Dios: “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Qué existe que no esté en Mis manos?” “Dios es responsable de cada vida humana y lo es hasta el mismo final. Él provee para vosotros, incluso si el entorno destruido por Satanás te ha hecho enfermar, o la contaminación te ha afectado, o has recibido cualquier otro daño, no importa; Dios provee para ti y te dejará seguir viviendo. ¿Tienes fe en esto? (¡Sí!) Dios no se toma a la ligera la pérdida de la vida humana, […]”. Las palabras de Dios me dieron gran consuelo. Dios lo gobierna todo; mi vida y muerte estaban en las manos de Dios, y si Dios no me dejaba morir, no moriría, pero si mi vida tenía que terminar, no había ninguna cantidad de dinero en el mundo que me pudiera salvar. Ninguna de estas cosas era algo que los humanos pudieran decidir, ni siquiera el médico. Aunque tenía uremia, que es difícil de curar, si Dios no me dejaba morir, no moriría aunque no tuviese dinero, y debía tener fe en ese hecho. En ese momento, sólo quería encomendarme a Dios y obedecer las orquestaciones y arreglos de Dios.

Después de someterme, escuché, durante un encuentro por casualidad con otro paciente, que si volvía donde mi hukou estaba registrado, el coste de cada tratamiento sería de unos 200 yuanes. Hice los cálculos y, entre nuestros ahorros y el salario mensual de mi marido, podía permitirme el tratamiento durante un tiempo. También llevé este asunto delante de Dios y oré. Orar me hizo sentirme muy segura, y después de hablar con mi marido, regresamos a nuestra ciudad natal. Me sorprendió descubrir que, desde el día en que comencé a recibir diálisis, el tratamiento empezó a ofrecerse de manera gratuita. Sabía claramente que esto no era ninguna coincidencia, sino que Dios lo había hecho posible para mí. Dios dice: “Desde el día en que el hombre vino a existir, Dios ha sido firme en Su obra, gestionando este universo y dirigiendo el cambio y movimiento de todas las cosas. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, recibe el alimento de la dulzura y la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios. El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios y toda la vida del hombre es contemplada a los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, cualquiera de todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se moverán, se renovarán y desaparecerán de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios gobierna sobre todas las cosas”. Dios lo creó todo, domina las reglas de la existencia de todas las cosas, tanto vivas como inertes, y todas están contenidas dentro de las orquestaciones y arreglos de Dios. Los pensamientos e ideas de todos, todo movimiento y toda situación en la vida, también están sujetos a la observación de Dios. Cuando ya no estuve limitada por mi enfermedad y estuve dispuesta a abandonar mi deseo de negociar con Dios y a obedecer Sus orquestaciones, Dios dispuso a personas, asuntos y cosas para ayudarme, para que pudiese recibir diálisis sin gastar dinero. Sentí que Dios estaba a mi lado en todo momento, ocupándose de mi debilidad, guiándome, ayudándome y abriendo puertas para mí.

Mi enfermedad terminal se sanó de manera repentina y milagrosa; gratitud infinita

Cuando llegué al laboratorio de diálisis, vi muchos pacientes, atormentados por su enfermedad, sus rostros tan sombríos como el mío y sufriendo la misma debilidad y desesperación que yo soportaba. Mi estado era el más grave de todos, pero me sorprendí al descubrir que me recuperaba más rápidamente que ninguno. En tan sólo unos meses, mi estado mejoró, engordé, la enfermera encargada dijo que estaba radiante y todo el que me conocía decía que parecía otra persona. Un hombre que estaba acompañando a su mujer durante la diálisis me preguntó curioso: “¿Qué suplementos toma? ¡Se ha recuperado tan bien y su rostro destella salud!”. Le dije: “No he tomado ningún suplemento y no me gusta comer carne ni huevos. ¡La verdad es que estoy viva hoy solamente por la gracia de Dios!”. Entonces, ¡mi corazón se llenó de gratitud hacia Dios! ¡Sabía que esta era la misericordia y salvación de Dios!

Dios dice: “¡Dios Todopoderoso es un médico lleno de poder! Vivir en la enfermedad es estar enfermo, pero habitar en el espíritu es estar bien”. “Lo que Dios hace es convertir las palabras en fe, amor y vida”. “Que no con pan solo vivirá el hombre, mas con toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Cuando contemplo las palabras de Dios, cuando recuerdo cómo Dios me guió para superar mi enfermedad, ¡a menudo lloro de gratitud hacia Dios! Fueron las palabras de vida de Dios las que me guiaron en el momento adecuado para permitirme soportar con firmeza mi enfermedad monstruosa. Cuando tenía una enfermedad terminal y estaba extremadamente débil, las palabras de Dios me dieron fe. Cuando el médico dijo que tenía una enfermedad grave y podía morir en cualquier momento, cuando estaba desesperada, Dios utilizó Sus palabras para guiarme y decirme que mi idea de creer en Dios para recibir bendiciones era incorrecta. Cuando me volví hacia Dios y estuve dispuesta a obedecer a Dios, Dios organizó a personas, asuntos y cosas para sanarme y mi uremia grave fue sanada milagrosamente. Esta experiencia inusual me hizo sentir verdaderamente que es muy importante creer en Dios y practicar Sus palabras. Las palabras de Dios tienen autoridad y poder, pueden sanar todas nuestras enfermedades físicas y espirituales, y la mayor bendición que Dios nos ha dado es permitirnos recibir la verdad como vida. Todo lo que Dios hace es amor, y es nuestra salvación.

Hoy, mi salud está mejorando y he asumido muchas tareas en la iglesia. Atesoro más que nunca la segunda vida que Dios me ha dado. Todos los días puedo observar este mundo verde y disfrutar de las cosas que Dios ha creado y la provisión abundante de las palabras de Dios y puedo hacer mi parte para difundir el evangelio de Dios. ¡Pienso que soy la persona más bendecida del mundo! En vistas al futuro, me gustaría hacer todo lo posible para dar testimonio de la obra que Dios hizo en mí y Su salvación a más personas para retribuirle a Dios por el amor que me ha dado. ¡Toda la gloria sea para Dios!

 

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