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¿Pueden entrar en el Reino de Dios que son salvos por la fe?

    ¿Pueden entrar en el Reino de Dios que son salvos por la fe?

Algunos cristianos creen que mientras acepten la salvación de la cruz del Señor Jesús, reconozcan verbalmente al Señor y crean en Él en sus corazones, entonces serán salvos y podrán entrar en el reino celestial. También hay una base bíblica para esta creencia, que es: “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo;  porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10). Por lo tanto, creen aún más firmemente que los que son salvos por la fe pueden entrar en el reino celestial. Pero hay algunos cristianos que permanecen confundidos, y piensan que, al ver que somos capaces de ser impulsivos y de perder la paciencia con la gente todos los días, hasta el punto de que ni siquiera somos capaces de mostrar tolerancia y paciencia a los miembros de nuestra familia, y que somos capaces de decir mentiras para engañar a otros en nuestra vida diaria, ¿pueden entrar en el reino de Dios personas como estas que viven en el pecado? Hablemos hoy sobre este tema.

Como saben todos los que creen sinceramente en el Señor, en nuestra creencia en el Señor debemos basar todo lo que hacemos en las palabras de Dios, porque la Palabra de Dios es el fundamento de nuestra fe en Dios y el parámetro por el cual entraremos en el reino celestial. Entonces, ¿qué dice Dios acerca de que entremos en el reino celestial? El Señor Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). “[...] En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). “[...] seréis, pues, santos porque yo soy santo” (Levítico 11:45). De acuerdo con las palabras de Dios, podemos constatar que las personas que creen en el Señor en sus corazones, que oran verbalmente al Señor pero que cometen pecados con frecuencia cada día, no pueden entrar en el reino de Dios. Debido a que Dios es santo, absolutamente ningún pecador puede entrar en Su reino, y esto se decide por el carácter justo de Dios. Por lo tanto, podemos reflexionar sobre nosotros mismos a la luz de las palabras de Dios para ver si cumplimos o no con los criterios para entrar en el reino celestial.

Después de aceptar la redención del Señor Jesús, a menudo leemos la Biblia, oramos y asistimos a reuniones, y confesamos y nos arrepentimos ante el Señor, tenemos autodisciplina, y seguramente experimentamos muchos cambios en nuestro comportamiento, tales como abstenernos de robar, hurtar, pelear y abusar verbalmente de otros, no fumar, no beber alcohol y mostrar tolerancia y paciencia a otros. Algunas personas también hacen frecuentemente donaciones monetarias e incluso dedican los años de su juventud a trabajar y predicar en la iglesia. Pero hay un hecho que no se puede pasar por alto: Cuando llega algo que toca el dinero, la fama o la fortuna, no podemos dejar de conspirar unos contra otros y competir entre nosotros para obtener ganancias; en nuestras relaciones con otras personas, a menudo podemos revelar arrogancia y engreimiento, y podemos desacreditar y menospreciar a otros; aunque nominalmente creamos y sigamos al Señor, todavía somos capaces de seguir a la gente, admirarla e idolatrarla; cuando servimos al Señor, todavía somos capaces de perseguir el prestigio y el estatus y de buscar ser tenidos en alta estima; en nuestra aproximación a las tareas que el Señor nos ha confiado, todavía somos capaces de actuar de acuerdo a nuestras preferencias y emociones, y todavía podemos ser descuidados y displicentes; cuando las calamidades que nos sobrevienen, ya sean naturales o provocadas por el hombre, podemos surgir en nuestros corazones malentendidos y culpas acerca de Dios, hasta el punto de que incluso negamos a Dios y lo traicionamos, y así sucesivamente. ¿No demuestran tantos comportamientos y expresiones como estos que todavía somos pecadores? Entonces, ¿cómo podemos decir que hemos cumplido con las condiciones para entrar en el reino celestial? Por lo tanto, la idea de que “somos salvos por nuestra fe y podemos entrar en el reino celestial” solo proviene de nuestras ideas e imaginaciones equivocadas.

Al leer un pasaje de las palabras de Dios, podremos entender por qué aquellos que son meramente salvos por fe no pueden entrar en el reino de Dios. Las palabras de Dios dicen: “En ese momento, la obra de Jesús era la redención de toda la humanidad. Los pecados de todos los que creían en Él eran perdonados; mientras creyeras en Él, Él te redimiría; si creías en Él, dejabas de ser un pecador y eras liberado de tus pecados. Esto es lo que significaba ser salvo y ser justificado por fe. Sin embargo, seguía habiendo en quienes creían algo rebelde y opuesto a Dios, y que había que seguir quitando lentamente. La salvación no significaba que el hombre hubiera sido ganado por completo por Jesús, sino que ya no pertenecía al pecado, que sus pecados habían sido perdonados: si creías, ya no pertenecías al pecado”.

Las palabras de Dios son muy claras. En realidad, la obra de redención realizada por el Señor Jesús fue hecha principalmente para salvar al hombre de la ley y de los mandamientos, para que el hombre ya no fuera condenado o sentenciado a muerte por la ley. Como al final de la Era de la Ley la humanidad estaba siendo corrompida cada vez más profundamente por Satanás y ya no era capaz de observar la ley, la humanidad entera enfrentaba el peligro de ser sentenciada a muerte por la ley. Dios creó a los seres humanos para que vivieran vidas normales en la tierra y para que pudieran adorarlo; si todos fueran sentenciados a muerte por la ley, entonces el significado detrás de Dios creando a la humanidad se habría perdido. Por lo tanto, Dios se encarnó personalmente para realizar la obra que puso fin a la Era de la Ley y comenzó la Era de la Gracia, la cual salvó al hombre del peligro de ser sentenciado a muerte por la ley. De allí en adelante, mientras la gente aceptara la salvación del Señor Jesús, entonces calificarían para orar al Señor, confesar y arrepentirse de sus pecados al Señor, y sus pecados podrían entonces ser perdonados, y así fueron salvados. Tal como dijo el Señor Jesús: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El” (Juan 3:16-17). Dios nos ama y, para salvarnos de la esclavitud de la ley, Él se encarnó y se convirtió personalmente en nuestra ofrenda por el pecado. Por lo tanto, ser salvos por nuestra fe en el Señor Jesús significa principalmente que hemos escapado de la maldición de la ley y que Dios ya no nos considera pecadores. Así como un criminal que ha cometido todo tipo de delitos puede ser absuelto e indultado por un juez benévolo, esto no significa que nunca más volverá a cometer un delito. Así como el Señor Jesús nos perdonó nuestros pecados, aún somos capaces de pecar frecuentemente, y nuestra naturaleza pecaminosa aún no ha sido desarraigada, ni purificada, por lo cual somos incapaces de entrar en el reino de Dios.

En este punto, algunos hermanos y hermanas pueden decir: “Ciertamente podemos ver gracias a la enseñanza anterior que nuestros pecados son perdonados debido a la redención del Señor Jesús, y que somos salvos por nuestra fe. Y, sin embargo, aún somos capaces de cometer pecados con frecuencia y seguramente somos incapaces de entrar en el reino de Dios. Entonces, ¿cómo podemos ser limpiados y entrar en el reino de Dios?”

Al leer varios pasajes de la Escritura, llegaremos a conocer la respuesta a esta pregunta. El Señor Jesús dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). “Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo” (Juan 5:22). Dice en la Primera Epístola de Pedro 1:5: “Que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo”. Dice en Hebreos 9:28: “Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan”. A partir de estos versículos, podemos ver que el Señor regresará en los últimos días, que Él expresará más verdades a las iglesias y usará la verdad para realizar la obra de juzgar al hombre. Dios quiere remediar nuestros caracteres corruptos para que podamos ser completamente limpiados y ser arrebatados al reino celestial: esta es la salvación de los últimos días.

Dios dice: “Los pecados del hombre fueron perdonados gracias a la obra de la crucifixión de Dios, pero el hombre siguió viviendo en el viejo carácter satánico y corrupto. Así pues, el hombre debe ser completamente salvo de este carácter satánico corrupto para que la naturaleza pecadora del hombre sea del todo desechada y no se desarrolle más, permitiendo así que el carácter del hombre cambie. Esto requiere que el hombre entienda la senda del crecimiento en la vida, el camino de la vida, y el camino del cambio de su carácter. También necesita que el hombre actúe de acuerdo con esa senda, de forma que su carácter pueda ser cambiado gradualmente y él pueda vivir bajo el brillo de la luz y que pueda hacer todas las cosas de acuerdo con la voluntad de Dios, desechar el carácter satánico corrupto, y liberarse de la influencia satánica de las tinieblas, aflorando de este modo totalmente del pecado. Sólo entonces recibirá el hombre la salvación completa. “Las personas no pueden cambiar por ellas mismas su carácter; deben padecer el juicio y el castigo y el doloroso refinamiento de las palabras de Dios o ser tratadas con, disciplinadas y podadas por Sus palabras. Sólo después de eso pueden ellos lograr la obediencia y devoción a Dios […]”.

Las palabras de Dios son muy claras. En la Era de la Gracia, el Señor Jesús realizó la obra de redimir a la humanidad y así nos salvó del peligro de ser sentenciados a muerte por la ley y los mandamientos. Mientras aceptemos la salvación del Señor entonces ya no somos pecadores, y seremos salvos debido a la ofrenda por el pecado hecha por el Señor Jesús. Sin embargo, aún poseemos caracteres corruptos como la arrogancia, el engreimiento, el engaño, la maldad y la avaricia, por lo que aún somos capaces de cometer pecados, y no somos capaces de ser compatibles con Dios ni de entrar en Su reino. Si queremos librarnos completamente de las ataduras del pecado, no ser dominados por nuestros caracteres satánicos y corruptos y no vivir más por filosofías satánicas, entonces debemos aceptar la obra de juicio de Dios en los últimos días, permitir que nuestros caracteres corruptos cambien a través de las verdades expresadas por Dios, y finalmente ser capaces de conocer a Dios y de obedecer y adorar verdaderamente a Dios. Entonces, y solo entonces, podemos decir que hemos alcanzado la salvación completa de Dios, y solo entonces podremos entrar en Su reino.

Confío en que, a través de la enseñanza de hoy, todos tendrán en sus corazones las respuestas a las preguntas: “¿Pueden los que son salvos por la fe entrar en el reino de Dios?” y “¿Cómo podemos entrar en el reino de Dios?” ¡Gracias al liderazgo de Dios!

Scripture quotations taken from LBLA Copyright by The Lockman Foundation.  

Fuente: Evangelio de la Fuente de la Vida

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