Desde que llegó al poder en la China continental en 1949, el Partido Comunista de China ha sido implacable en su persecución de la fe religiosa. Ha detenido y asesinado frenéticamente a cristianos, ha expulsado y maltratado a misioneros que operaban en China, ha confiscado y destruido innumerables ejemplares de la Biblia, ha cerrado y demolido iglesias y ha intentado erradicar todas las iglesias caseras.