En este vasto mundo que ha cambiado
tantas veces incluso desde antes de la historia,
no hay nadie para al hombre dirigir y guiar,
nadie más que Él, que gobierna sobre todos.
Ningún señor poderoso trabaja y se prepara
por el bien de esta humanidad.
Nadie puede conducirla a un futuro brillante,
ni liberarla de la injusticia de este mundo.
Dios lamenta el futuro de la humanidad.
¡Cómo se aflige por su caída!