Muchos hermanos y hermanas que realmente creen en el Señor tienen tales problemas: Aunque llevan muchos años creyendo en el Señor, aún viven en el ciclo de pecado y confesión, confesándose al Señor todos los días y queriendo arrepentirse, pero no pueden cambiar. Les preocupa de no poder ver el rostro del Señor sin alcanzar la santidad.