Prédica cristiana | “Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”(Mateo 3:17).
Está escrito en la Biblia: “Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él. Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido” (Mateo 3:16-17).
Estas Escrituras hablan de que el Espíritu Santo dio testimonio de la identidad del Señor Jesús. Y a partir de ese momento, el Señor Jesús comenzó oficialmente a hablar y obrar en la identidad de Cristo, predicando el camino del arrepentimiento, mostrando señales y prodigios y dando a la gente abundante gracia y verdad, abrió la Era de la Gracia. Muchos vieron que Sus palabras y obra tenían autoridad y poder, lo reconocieron como el Mesías venidero, creyeron en Él, lo siguieron y recibieron Su salvación.
Como Dios Todopoderoso dice: “Después de que Jesús fuese bautizado, el Espíritu Santo comenzó Su obra, pero esto no significó que el Espíritu Santo acabase de descender sobre Jesús. Decir que el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma es una referencia al comienzo oficial de Su ministerio. El Espíritu de Dios había estado en Él desde antes, pero no había empezado a obrar todavía, porque la hora no había llegado y el Espíritu no comenzó a obrar precipitadamente. El Espíritu dio testimonio de Él a través del bautismo. Cuando Él salió del agua, el Espíritu empezó a obrar oficialmente en Él, lo que significaba que la carne encarnada de Dios había comenzado a cumplir Su ministerio y había empezado la obra de redención, es decir, la Era de la Gracia había iniciado oficialmente. Así pues, existe un tiempo para la obra de Dios, no importa cuál sea la obra que Él realice. Después de Su bautismo, no se produjeron cambios particulares en Jesús; Él seguía estando en Su carne original. Simplemente fue que comenzó Su obra y reveló Su identidad, y se llenó de autoridad y poder. A este respecto, era diferente que antes. Su identidad era diferente, lo que quiere decir que se produjo un cambio significativo en Su estatus; este era el testimonio del Espíritu Santo y no la obra hecha por el hombre. Al principio, las personas no sabían y sólo llegaron a saber un poco una vez que el Espíritu Santo dio testimonio de Jesús de esa forma. Si Jesús hubiera hecho una gran obra antes de que el Espíritu Santo diera testimonio de Él, pero sin el testimonio de Dios mismo, entonces independientemente de lo grande que fuera Su obra, las personas nunca habrían conocido Su identidad, porque el ojo humano habría sido incapaz de verlo. Sin el paso del testimonio del Espíritu Santo, nadie lo habría reconocido como Dios encarnado”.
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